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El aterrizaje de naves espaciales
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- Categoría: ASTRONAUTICA
Del revés, la fase de descenso en la Tierra produce otra serie de inconvenientes que han de ser resueltas. Primeramente, determinar y atinar en el ángulo adecuado de entrada a la atmósfera, un auténtico "corredor" de ingreso. El ángulo no puede ser ni muy oblicuo ni muy vertical. Un ángulo muy vertical provocaría que la nave se estrellara prácticamente con la capa de aire, incrementando con fuerza la fricción y el calor, lo que causaría su destrucción. Por contra, un ángulo demasiado oblicuo y a mucha velocidad va a hacer que la nave rebote en las capas superiores, describiendo una parábola y pasando de largo; a menor velocidad la nave rebotará. En ángulo adecuado y a la velocidad adecuada, la nave va a cortar progresivamente las capas atmosféricas superiores, reducirá su velocidad, y reducirá los niveles de roce y calor. Anterior al reingreso la nave enciende sus cohetes de frenado, reduciendo drásticamente su velocidad y perdiendo altura; a lo largo del proceso la nave ha de ser girada en tal forma que ofrezca su flanco más resistente a la fricción. Por fortuna, las naves tienen un eficaz escudo térmico que disipa el calor. 1) La utilización de paracaídas partir de unos quince km de altura seguido, así sea de un amerizaje (técnica empleada por EE.UU), o bien por un descenso directo en tierra (técnica empleada por la ex- Unión Soviética) 2) La utilización del procedimiento aeronáutico de planeo (transbordadores de EE.UU) seguido de un aterrizaje en una pista usual. |
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